Nomadismo, Alteridad, Transposición y Contraste como objetos de conocimiento artístico del mundo: "This is the World".

24/6/09

Presentació Crítica
Rafael Romero. Nomadismo, Alteridad, Transposición y Contraste como objetos de conocimiento artístico del mundo: "This is the World".


Me complace poder escribir la presentación de esta nueva etapa de Rafael Romero (Badalona, 1967), gratamente sorprendido ante el descubrimiento de toda esta nueva obra que titula sugerentemente en el lenguaje más internacional: This is the World, (Este es el mundo). Una prolífera serie de trabajos esta vez en técnica digital pensados para el mediano y gran formato con sutilidad en la presentación y en la conceptualización de los mismos.

Hacía ya algunos años que había perdido la pista de este artista, el cual conocí a raíz de varias exposiciones a mediados de los noventa en la red de Galerías Schuster (Frankfurt, Berlín, Geln-Hausen y París), en la Galería In der Mühle de Schornbach, su Galería en Alemania y sus trabajos como invitado en las acciones organizadas por la Asociación de Artistas Alemanes en la ciudad de Heidelberg en el verano del año 94. Trabajos, mayoritariamente pictóricos, todos ellos versando en torno a la idea de la recuperación de los valores primigenios del hombre desde el acercamiento al Otro y a sus culturas y pensamientos lejanos a la inmovilista idiosincrasia occidental. Una necesidad imperiosa para Rafael Romero. En ese sentido, recuerdo la facilidad por la teorización y el compromiso intelectual en el artista, en una larga conversación al respecto que me permitió hacerme una radiografía rápida y clara de su personalidad y en la cual, manifestaba sus numerosas fuentes y recursos en diversas áreas para defender una idea que sigue vigente en la actualidad sin haber perdido intensidad, más bien todo lo contrario, como señala el propio artista:

El artista es autoridad para cuestionar enérgicamente su hábitat, con el sano fin de mejorarlo para él y altruistamente para los demás. Y para ello, debe dirigirse a valores esperanzadores y humanistas, muchos de los cuales se encuentran en otras sociedades del pasado y el presente y en sus numerosos y variados valores.

Así, recuerdo a un artista conmocionado por el mundo que nos ha tocado vivir, pero a la vez esperanzado desde un voraz idealismo que me remitió a una definición Ad-hoc de artista realizada por Paúl Klee: El buen artista debe ser a la vez poeta, naturalista y filósofo.

Pensé que Rafael Romero, era sin duda un humanista cuya riqueza ideológica se hacía latente en su obra y dimensionaba desde lo sumativo, generando un resultado rico y de bella factura, observable en series como Casa de Fuerza, Symbolon, Istanbul o Namasté. Pinturas de referentes eclécticos, invitaciones al viaje hacia el Sur y el Este. Obras estética de ensoñación romántica llenas de introafección y poética.

Hacía unos años, como señalaba anteriormente, que apenas sabía gran cosa de la evolución de Rafael Romero puesto que el mismo había puesto en práctica una muy sana y revitalizante actitud, la de retirarse parcialmente del mundo. Tenía información de que había viajado mucho, en el anonimato más ascético con la intencionalidad de la vivencia como objeto de crecimiento, pues el viaje, para Rafael Romero, será por excelencia terapia para paliar el anhelo precisamente de lo lejano, de lo distante y de lo exótico. Un sistema ideal para trasladarse viajando hacia el otro, pues este es para él, profundo objeto de conocimiento: Asia Central, Oriente Medio, India, Nepal, Golfo Pérsico... También, sabía que se había acercado a experiencias llamémoslas espirituales o místicas desde su vocación por conocer la intimidad ontológica del individuo ante reflexiones como la muerte y la trascendencia. Experiencias que le acercaron a la sabiduría Sufí y a la vida contemplativa monástica del Budismo Tibetano y su praxis artística (Togyul), algo que me recuerda profunda y experiencialmente a Flauvert, Tobey, Schopenhauer, Nietzsche y Beuys entre otros. Igualmente, sabía que había desarrollado una magnífica Tesis Doctoral con reflexiones profundas sobre la emotividad y el nomadismo en la creatividad artística. Y además, que alejado del mundo del arte-sistema, sentía cierta comodidad en la practica de la pedagogía artística enseñando visualidad y plástica a niños y jóvenes en el sistema reglado educativo mientras devoraba decenas de obras literarias y filosóficas en todo este tiempo, en una enajenación voluntaria y para él depurativa.

Ahora, que he tenido la oportunidad del reencuentro tras este periplo y en el regreso de su exilio voluntario, he observado con frialdad teutónica esta última obra, diseccionándola, poniéndola a prueba dialécticamente interrogando a su artífice. Tras ello, puedo categorizar que me encuentro ante una obra mayúscula y excepcional y ante un auténtico Artista de Arte Contemporáneo comprometido con su tiempo.

Rafael Romero en su eclosión ha vuelto dispuesto a compartir, ahora desde una depurada retórica libre de excesos, su Nomadismo Diaspórico. Esto es una invitación al cuestionamiento de nuestro hábitat desde los sentimientos más profundos del hombre. Romero, se posiciona claramente en la praxis del deambular, del explorar y el improvisar. A pesar de vivir en una aldea cada vez más global, ha constituido un universo mental en el que prima la fragmentación y la escisión. Con una fuerte implicación ética e incluso política trabaja un arte deconstruido buscando el ideal de unión de lo estético con implicaciones extraestéticas como son la verdad, el bien y la solidaridad. El término Nómada, como ahora se autodefine artísticamente, plantea una ruptura con los paradigmas estipulados en las sociedades estáticas en las que vivimos, para reivindicar todas las culturas dinámicas del mundo y ese extraordinario proceso llamado mestizaje, que él define muy bien desde su particular manera de ser como proceso de fertilización mutua.

El mundo en definitiva, es visto por Rafael Romero como un foro permanente de cultura en el cual el artista deja de ser un ajeno y frío observador del mismo, para devenir ente activo y participante en su representación. Así su trabajo This is the World, no es más que un viaje de búsqueda intelectual de las ricas diferencias culturales del mundo. Una vez acotada la diferencia con precisión cientifista, a través de la ilustración y la experiencia, como haría Humboldt, se dirige a lo poético y ensoñado como hicieron Gauguin, Derain, Miró, Saint-Exupery, Borges o Stendhal ante lo que les aportaba el mundo de los otros para hacerlo latente sumando lo propio, creando numerosos contrastes y encuentros culturales en los cuales la imagen de la realidad se articula a manera de fotocomposición, mostrando personajes, lenguajes, símbolos e ideas pertenecientes a diferentes culturas y pensamientos del planeta. Su mirada, en gran medida antropológica, romantiza los iconos expuestos, eternizándolos mediante el recurso del contraste, algo propio de la naturaleza del mundo y su complejidad. La obra, deviene entonces un monumento sumativo de voluntades y a veces de contrariedades, bajo una apariencia de misterio que lleva irremediablemente a la conceptualización. Todo ello, no es más que el fruto de la agitada peregrinación vital del artista. Tal y como señala Pablo Neruda: La vida es una larga peregrinación que siempre da vueltas, que siempre retorna al bosque austral, a la selva perdida.

A partir del conocimiento de estos últimos trabajos, animo para concluir a Rafael Romero para que siga invitándonos con tan excelente exposición de propósitos a la reflexión con respecto a quienes somos y qué queremos en este complejo y curioso mundo, sistema en el que vivimos, subsistimos y sobrevivimos. Reconozco y confieso que hacía tiempo que la obra de un artista no me resultaba apasionante, al menos la suya, ha conseguido darme algo que yo personalmente le pido al arte, alimento mentis, alimentar mi mente. Gracias Rafael por el festín y por ayudarme a corroborar una vez más que el mundo y el hombre son obligados objetos de conocimiento no solo para el artista sino para todos nosotros.


Hamburgo, Marzo de 2005.


Hans Korsch. Crítico de Arte.